Tras la belleza. Arquitectura dominica contemporánea
6 de junio de 2019La última actividad antes de la clausura de la exposición “La Zarza Ardiendo. Entre el asombro y la emoción (1955-1975)” tuvo lugar el miércoles 5 de junio de 2019 con una conferencia de Antonio Ruiz Barbarín, titulada “Tras la belleza. Arquitectura dominica contemporánea”. El arquitecto, profesor y editor Ruiz Barbarín –quien ha llevado a cabo la obra de rehabilitación del espacio O_LUMEN transformando la antigua capilla es un lugar expositivo para el encuentro entre las artes contemporáneas y la espiritualidad cristiana- presentó cuatro arquitectos destacados, que en el siglo XX han contribuido significativamente a la arquitectura religiosa trabajando en diálogo con la Orden Dominicana para la construcción de iglesias y conventos: Le Corbusier, Louis Kahn, Miguel Fisac y el dominico Francisco Coello de Portugal. En cada uno de ellos fue exponiendo el sentido profundo de su proyecto arquitectónico y el proceso como se desarrolló.
Entre los distintos elementos que destacó de esos ejemplos luminosos de arquitectura religiosa cabe destacar: un proyecto de templo o convento que va “de dentro a fuera”, desde los valores y contenidos que se busca reflejar hacia las formas estéticas en que se vuelcan; el primado del misterio sobre el espectáculo; la sobriedad y austeridad de formas; la relevancia de la luz y el espacio; el imprescindible diálogo con quienes encargan las obras desde la confianza, la mutua comprensión, el diálogo permanente y la libertad del artista.
El arte está relacionado con la contemplación y la oración, con la necesaria paz del corazón y el deseo de belleza. El templo y el convento actuales subrayan estas búsquedas como un proceso comunitario que nos une y enriquece. Es irrenunciable para el arquitecto de obra religiosa tanto la búsqueda de la belleza como el ofrecer el contenido del mensaje de fe y esperanza que la Iglesia proclama. La Orden Dominica busca una predicación en nuestro tiempo actual y, por ello, la arquitectura que quiera ser auténtica desde ser hija de su tiempo y lograr formas estéticas propias de la sensibilidad cultural contemporánea. Es una consecuencia y exigencia de la predicación de la Familia Dominica como un servicio a la Iglesia en su permanente necesidad de renovación.
Ruiz Barbarín precisó que el arquitecto de una obra religiosa, como todo artista auténtico, tiene que estar dispuesto a “dar más de lo que le piden”, porque la belleza no es sólo el fruto de nuestro esfuerzo y trabajo sino el regalo y el don que se le otorga a aquel que pone sus talentos al servicio de los demás y vive su vocación con humildad y generosidad como un acto de entrega a lo más valioso y significativo. La generosidad es el camino de la creatividad y de la belleza.