Los dominicos estaban ya en tierras oriolanas por lo menos desde 1468, pero se trasladaron a la ciudad de Orihuela en 1510, estableciendo el Convento de Nuestra Señora del Socorro y San José, más conocido como Santo Domingo, y en el que estarán hasta 1835. Desde dicho lugar, fueron atendiendo espiritualmente a las gentes no sólo de la ciudad, sino también de la comarca, difundiendo la devoción a la Virgen María, bajo la advocación del Rosario. La difusión del rezo del Santo Rosario fue uno de los medios más eficaces de su tarea evangelizadora. El Rosario de la Aurora -conocido en la Vega Baja oriolana como los “Auroros”- es una de las hermosas manifestaciones populares que han llegado hasta nuestros días con sus tradiciones y usos.
Los “Auroros” son veintitrés agrupaciones. El obispo los apoya mucho con su presencia en ciertas celebraciones. Pero estas manifestaciones religiosas de los “Auroros” son independientes, es decir, los sacerdotes no están al frente sino el seglar que preside. Son respetados y queridos en cada uno de sus pueblos. Sus elementos tradicionales son el farol y el Rosario, así como sus hermosos cantos sobre el Rosario, sobre la Natividad de Jesús, sobre la Pasión de Cristo, etc. Unas veces acompañados por instrumentos de cuerda y percusión, otros por una simple campana, otros de polifonía, etc. Los miembros son de todas las edades y no faltan numerosos varones; unos tienen estudios, otros son sencillos labradores. Son tradiciones que pasan de generación en generación en una misma familia. Cada agrupación tiene su estandarte del Rosario.
Este año estas tradicionales y arraigadas asociaciones rosarianas, han querido festejar junto con las monjas dominicas, los 500 años de la venida de los frailes, y como consecuencia, del Rosario.
Por ello, el viernes día 17 de septiembre a las 19 horas partió del Convento de Santo Domingo una procesión con una Virgen del Rosario, acompañada de los estandartes de la gran mayoría de “Auroros” y presidida por el Padre Alfonso Esponera junto con fray Julio César Carpio, fray Vicente Benedito y demás miembros del Pueblo de Dios. Llegados a la iglesia de las Monjas, la Priora dirigió el rezo del Rosario y después se celebró una solemne Eucaristía. Un pequeño ágape cerró este grato festejo.