Comienzo del Jubileo en Caleruega
9 de noviembre de 2015En la tarde del día 7 de noviembre nos reunimos en la iglesia de las monjas de Caleruega para iniciar, con la Eucaristía, el tiempo del Jubileo de la Orden. La iglesia estaba completamente llena de fieles: 19 concelebrantes (entre otros, el abad de Silos, el prior de los agustinos de La Vid, el superior de los Espiritanos de Castrillo de la Vega, el párroco de Santo Domingo de Aranda de Duero y varios canónigos del Burgo de Osma), la comunidad de dominicas contemplativas de Caleruega, las hermanas dominicas de Aranda, laicos de su colegio de Santo Domingo y el pueblo de Caleruega con su alcalde.
La celebración se inició con una procesión de representantes de las distintas comunidades presentes, con velas encendidas, a quienes seguían los concelebrantes presididos por el prior de los dominicos de Caleruega, cantando por primera vez el himno del Jubileo. Se leyeron dos textos de la fiesta de santo Domingo, uno sobre la vocación del profeta y otro sobre la misión de los discípulos de Jesús. La monja más joven de la comunidad cantó el salmo responsorial.
El que presidía glosó los textos bíblicos, destacando, en la vocación del profeta (vocación de todo cristiano, ya que toda la Iglesia es misionera), su elección eterna, la conciencia de su indignidad y la promesa de la asistencia de Dios; de la misión de los discípulos llamó la atención sobre la función de ser sal (que conserva los alimentos, como el predicador se mantiene fiel a la tradición recibida; y que les da sabor, como el evangelizador ayuda a degustar la Palabra, poniéndola al alcance de las gentes de hoy), y sobre la función de ser luz (en un mundo que, a pesar de tantas fuentes de luz física, avanza a tientas hacia la meta que le ha sido prometida y que desconoce).
Las ofrendas se presentaron también de acuerdo con la variedad de las comunidades que participaban, y la súplica acompañaba a cada una de ellas, pidiendo se cumpliese lo que querían simbolizar: un libro sobre la predicación (los frailes dominicos), unos carteles que proclamaban la misión de educadores (las hermanas y laicos de la enseñanza), un rosario confeccionado con tierra y agua del 'pocito' (las dominicas contemplativas), unas espigas y racimos de uvas (los vecinos de Caleruega), el pan y el vino para la eucaristía.
Después de la comunión se procedió al envío ("ve y predica") de cada una de esas comunidades, precedido de la lectura del mensaje del Maestro de la Orden con este motivo. Cada representante encendió una vela, blanca o negra, en el cirio que había sido depositado desde el principio en un lateral del altar, mientras la asamblea cantaba un canto alusivo y, después de recitar todos conjuntamente la oración del Jubileo, recibir la bendición solemne y despedirnos de la Virgen con el canto de la Salve, los portadores de las velas encabezaron la procesión de salida.
La celebración finalizó con un encuentro festivo multitudinario en el hermoso claustro del monasterio de las dominicas, donde nuestras hermanas nos tenían preparado un variado y deleitoso ágape de fraternidad y de júbilo, que compartimos durante un buen rato con alegría y gratitud.
Fr. Emilio García, OP