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En memoria de fray Justo Formentín Ibáñez

30 de abril de 2012
En memoria de fray Justo Formentín Ibáñez

Fray Justo Vicente Formentín Ibáñez nació en Valencia el 19 de abril de 1932, profesó en la Orden de Predicadores el 4 de agosto de 1948, fue ordenado presbítero el 19 de diciembre de 1954. El lunes, 30 de abril de 2012, a las 11.30, tuvo lugar la celebración solemne de la Eucaristía “corpore in sepulto”, en nuestra Iglesia del Convento de Sta. Catalina V. y M. de Barcelona. Fue presidida por el Prior Provincial, acompañado de 19 frailes de las diversas comunidades de la Provincia. Asistió un elevado número de fieles, en primer lugar, sus hermanos y sobrinos, representantes de la Familia Dominicana, de otras Congregaciones y amigos y conocidos. Los cantos de la “Misa de ángelis”, a la que fray Justo le tenía especial devoción, estuvieron acompañados al órgano, a cargo de fray José Angel Liaño. El funeral concluyó con el canto de la Salve dominicana y el “Oh lumen”.

La homilía corrió a cargo de fray Gabriel Bauza, superior de la casa de Sto. Domingo de Guzmán de Barcelona, en la que fray Justo residió durante bastantes años, y donde últimamente estaba asignado. Fray Gabriel comenzó enseñando un recordatorio del día en que fray Justo celebró su primera Misa solemne, tras ser ordenado presbítero, Misa que tuvo lugar precisamente en la misma Iglesia en que se estaba celebrando el funeral. El lema del recordatorio era: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría por el Dios vivo”.

A lo largo de su vida religiosa fray Justo pasó por distintos conventos de nuestra Provincia: Requena, Alicante, Valencia, Cardedeu, Sto. Domingo de Barcelona y Madrid. Hizo su servicio militar como capellán castrense en Alicante. Trabajó como investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, tiene publicados numerosos trabajos de investigación, algunos en la revista del anuario de la Facultad de Teología de Valencia, “Escritos del Vedat”. Los dos conventos en los que pasó la mayor parte de su vida fueron Sto. Domingo de Barcelona, en la calle Vergós, y nuestra casa de Madrid, en la calle Madre de Dios.

Era un hombre sencillo, profundamente religioso, trabajador y de trato agradable. Una anécdota refleja su carácter y servicialidad: tras su última asignación a Barcelona, en esos últimos años de su vida, estaba acudiendo a una academia para aprender catalán y así “servir mejor a los demás”. En la homilía del funeral fray Gabriel Bauza se preguntó cómo recordar a fray Justo. No por sus estudios y su valía intelectual, respondió, sino por su vivencia de la fe y su vida entregada a los demás. Acabó la homilía diciendo que, aunque hoy vivimos tiempos de crisis, no hay crisis para Dios ni para aquellos que, como fray Justo Formentín, le reconocen, le siguen y le aman.

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