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Hoy nos toca vivir una de las páginas más difíciles y delicadas de la historia reciente

19 de abril de 2021 José Antonio Heredia en la Catedral

Fray José Antonio Heredia, dominico y profesor de la Facultad de Teología de Valencia, fue el encargado de predicar en la solemne misa de pontifical en honor a san Vicente Ferrer, patrón regional de la Comunitat Valenciana. Su homilía entronca con la tradición basada en las predicaciones que en el siglo XIV hizo San Vicente, que se conserva hoy en el propio templo.

Heredia se refirió a la pandemia, de la que señaló que «hoy nos toca vivir una de las páginas más difíciles y delicadas de la historia reciente», y animó a preguntarse «¿qué nos pide San Vicente en estos momentos y qué nos enseña?».

Resaltó que, en primer lugar, san Vicente Ferrer «nos invita a que no tengamos miedo porque el miedo, en el fondo, indica que no confiamos en Dios todopoderoso y misericordioso. Es el momento de confiar en Él, de abrirnos a Él sin temor».

José Antonio Heredia en la Catedral de ValenciaJosé Antonio Heredia durante la homilía en la Catedral de Valencia (Foto: V. Gutiérrez)

También «nos enseña que no somos los amos de los bienes de este mundo que Dios ha creado para todos, sino administradores de los bienes que pertenecen a todos» y, para ello, «nos pide que seamos fieles a la voluntad de Dios porque hay pobres, parados, marginados, sin casa ni familia, y ellos son los llamados por Jesús bienaventurados, amados de Dios. Nosotros decimos que amamos a Dios pero no amamos a los que él ama».

San Vicente Ferrer nos enseña que la dignidad humana no conoce razas ni fronteras

Heredia hizo especial hincapié en la enseñanza del patrón regional para «amar y respetar la vida, como es voluntad de Dios». A este respecto señaló: «¡Cuánto sufrimiento el de las madres que consideran el aborto la única salida! ¡Cuánto sufrimiento el de los hijos, que cuando nacen se encuentran en familias desestructuradas o que no tienen lo necesario para subsistir! ¡Cuánto sufrimiento el de tantos que no consideren el matrimonio como una institución querida por Dios como signo eficaz de su amor hacia nosotros y más concretamente, del amor de Jesucristo a la Iglesia!».

Además, san Vicente Ferrer «nos enseña que la muerte no es solución para el que sufre el dolor o la enfermedad, o porque ya no tiene ni ganas ni fuerzas para vivir, sea por la razón que sea. No se trata de aceptar el dolor y el sufrimiento sin más. Al contrario, la dignidad humana no se agota, por ningún motivo, y esta dignidad está pidiendo acogida, acompañamiento y atención, porque la persona es lugar sagrado ante el cual nos debemos descalzar y del que Dios dispone en su providencia amorosa».

Por último, San Vicente Ferrer nos enseña que «la dignidad humana no conoce razas ni fronteras , ni colores, ni lenguas y que cuando es necesario marcharse a otros países para conseguir una vida digna es por necesidad y no para caer en nuevas esclavitudes e incluso la muerte».

Daniel, del Altar del Tossal (Foto: V. Gutiérrez)Daniel, del Altar del Tossal (Foto: V. Gutiérrez)

En definitiva, concluyó, «San Vicente hoy nos invita a volver a Dios fuente y origen de todo bien y para eso es muy importante la oración. ¡Volvamos a la oración, a nuestras raíces cristianas y con su intercesión continuemos trabajando para un mundo nuevo más justo, humano, fraterno y solidario, sintámonos también predicadores de la Buena nueva del amor misericordioso de Dios que es para todos».

La solemne misa en la festividad de san Vicente Ferrer fue presidida, en la Catedral de Valencia, por el cardenal arzobispo Antonio Cañizares. Durante la celebración subió un niño al púlpito para declamar un fragmento del último sermón del patrón, como «gesto» del Cardenal ante la suspensión de las escenificaciones de los «miracles» por la pandemia.

Al término de la misa, tras impartir el Arzobispo la bendición, y al no poderse realizar la tradicional ofrenda floral al patrón por las calles de Valencia, se llevó una gran cesta de flores representando a todas las asociaciones vicentinas de Valencia, ante la imagen procesional del patrón situada durante la misa en lugar preferente. Tras ello, cada uno de los altares vicentinos hizo su particular ofrenda de flores.

Fuente: Facultad de Teología

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