La Familia Dominicana de Cataluña celebra a Santo Domingo
26 de mayo de 2013El sábado 25 de mayo por la tarde nos reunimos en el Monasterio de Nuestras hermanas de Manresa. A las 16:30 hs. llegábamos de Barcelona en un autocar y ya nos esperaban las monjas y un grupo de hermanas y seglares que habían venido en trasporte propio. Luego de ser acogidos con la fraternidad espontánea y alegre que caracteriza a nuestra familia predicadora, nos encontramos en la Nave Gótica para compartir unas reflexiones en torno a la vida y la misión de nuestra Familia.
Sor Lucía Caram, en nombre de la Comunidad nos dio la bienvenida y le correspondía presentarme y presentar mi conferencia. Lo hizo con elogios nacidos del corazón y dándome el mejor título y reconocimiento que pueden darle a un Frailes de la Orden de Predicadores, a un seguidor de Nuestro Padre Santo Domingo: hermano.
Y con la satisfacción de experimentar la fraternidad y el cariño de los hermanos y hermanas, compartí con el casi centenar de asistentes el itinerario de nuestra Familia a través de los Capítulos Generales. Tuve el privilegio de asistir a varios de ellos y de haber vivido la misión de la Orden sirviendo a los hermanos y hermanas desde Roma, principalmente al lado del Padre Vicente de Couesnongle, y desde el servicio en España, Portugal y otros Países del mundo.
Es bueno hacer memoria, para no olvidarnos de que tronco fuimos tallados y para hundir mejor nuestras raíces para poder crecer y dar el fruto que la Iglesia nos pide y el mundo necesita de nosotros.
La misión de la Orden, tal como la vivió y soñó Domingo, tiene una vigencia impresionante en nuestros días. Hoy, en una sociedad en crisis, nuestra fraternidad, nuestra búsqueda conjunta de la verdad y nuestro compromiso con los más pobres no podemos dejar de predicar y anunciar la Buena Noticia de la Salvación, desde comunidades abiertas, fraterna y acogedoras.
Una vez acabada mi conferencia, y con el agradecimiento en el corazón a todos aquellos que a lo largo de los años fueron abriendo caminos para que el Evangelio se predique desde comunidades evangélicas, nos preparamos para compartir la eucaristía y el rezo de vísperas.
La celebración la presidió nuestro hermano Toni Miró. Nos alegró mucho que compartiera su palabra profética, su fuerza evangélica y sus ideas clarividentes. También nos gustó que nos diera la bendición en Guaraní.
Nos acompañaban con guitarras y teclado un grupo de voluntarios y amigos de nuestras hermanas del Monasterio de Manresa, ellos supieron dar la nota musical y el tono más festivo a nuestro encuentro de Familia, contagiando alegría y dando vida a cada una de las partes de la celebración.
El padre Toni en la homilía nos habló de la Espiritualidad dominicana, y nos dijo que la Iglesia debe dejar de centrarse en sí misma y debe salir a las calles a contagiar la pasión por transformar el mundo.
Pudimos orar con dos salmos interiorizados: uno de textos espigados de nuestra hermana Catalina de Siena, “el alma enamorada”, y otro de nuestro hermano José Moratiel, que nos introducía en el espacio de la libertad a la que nos conduce el silencio y el encuentro con el Dios de la vida.
La Comunidad de Monjas de Manresa, es una comunidad pequeña, pero que tiene una presencia significativa, no sólo en Manresa, sino en el País. Las monjas desde su vocación contemplativa acompañan el nacimiento de un movimiento de personas, casi 300 voluntarios, que realizan acciones transformadoras en medio de una crisis brutal que está dejando a muchas familias en la calle. Sin duda Dios bendice la obra que nace a la sombra de una comunidad viva, como es la de nuestras Monjas de Manresa, en la que se vive la fraternidad y el servicio; un servicio que a día de hoy acoge y ofrece, a través de los laicos y la animación de una hermana, ayuda a más de 1600 familias y que está a punto –según nos explicaron al finalizar la eucaristía- de inaugurar una residencia para personas sin hogar. Es nuestro deber de hermanos, cuidar y acompañar estos brotes de vida que despierta y hace germinar el Espíritu, y que sin duda debemos agradecer.
Después de cantar el Himno del Predicador, y con la sonrisa en los labios y la fiesta en el corazón, compartimos una merienda que habían preparado nuestras anfitrionas, y en un ambiente distendido y muy fraterno, compartimos por más de una hora: recordando, proyectando, interesándonos por la vida de nuestras comunidades, etc. La tarde se nos pasó muy de prisa, y uno no puede más que decir cuando vive experiencias como la de esa tarde, “ved que dulzura y que delicia, compartir los hermanos unidos”.
Hemos recibido la antorcha del Evangelio. La familia predicadora está viva y lo está más allá de las apariencias y del envejecimiento de las personas: hay mucha vida entregada, compartida: Mucha vida fecunda.
No puedo menos que dar gracias a Dios y a todos los hermanos, hermanas de vida apostólica, hermanas contemplativa y a los laicos, por creer en al fuerza del Evangelio, por dilatar juntos la esperanza y por hacernos palpar una vez más que no estamos solos, Él, Jesús está en medio nuestro, su Espíritu nos anima, y el Padre nos hace ser y sentirnos hermanos queridos en la fe.
En las primeras vísperas del día Pro Orantibus, renovamos nuestra confianza en las monjas, las orantes de nuestra familia, y pedimos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, a la Trinidad, cuya fiesta celebramos, nos bendiga y lleve a plenitud la obra que ha comenzado en nosotros.
Agradezco las muestras de afecto y fraternidad ante la muerte de mi hermana: Ella vive y anima nuestra fe y nuestro caminar. Junto al Padre Jordán nos han precedido en la fe y nos esperan en el Banquete de la vida.
Fr Juan José Gallego O.P