Las huellas de Dios en la literatura hebrea
9 de diciembre de 2013En las tres religiones del libro (judía, cristiana, islámica) la huella de Dios está sobre todo en el libro y en los libros. Ciertamente, el Dios del libro es inefable. En la historia de los hombres tenemos las huellas del paso de Dios por ella, pasos que están recogidos en el Libro o los libros. En todos ellos lo que encontramos son huellas muy tenues, diríamos huellas de huellas…
El ponente fue presentado no solo como especialista sino como una auténtica autoridad acreditada por la publicación de numerosos trabajos de investigación como El Pentateuco Hebreo-Samaritano. Edición crítica (1976); Midrás Éxodo Rabbah I, (1989); Cantar de los Cantares Rabbá, Traducción, introducción y notas (1991); Seder Olam Rabbah, El orden del universo (1976); Selección de Textos del Talmud (1998); El Talmud (2005), y otros.
Luis Girón comenzó reconociendo que era experto en literatura moderna, ni hebrea, ni judía en general, ni específicamente israelí, pero ante la insistencia de los organizadores, decidió recurrir a aquella parte de la literatura judía a la que ha dedicado los últimos 25 años de su vida académica activa y que no es precisamente la bíblica, sino la que suele denominarse ‘rabínica’.
Después de aclarar que en el judaísmo de hace dos mil años, cuando se genera la literatura rabínica, el término equivale simplemente a un tratamiento de respeto: “señor” y concretamente “maestro”, es la palabra coloquial aramea que utiliza María Magdalena cuando reconoce a Jesús en aquel que creía el hortelano: “Rabbuni”, y el texto de Juan aclara, “que quiere decir maestro”. La literatura rabínica es la generada en el judaísmo desde el año 150 aC hasta el año 600 dC. A esta literatura pertenecen el grupo de libros tardíos de carácter sapiencial, como el comentario directo del texto bíblico, midrás en general o midrasim en particular, escritas en hebreo o arameo, en las que mediante la aplicación de un método específico, denominado derás, se hace el análisis del texto bíblico.
A continuación explicó los distintos tipos de midrás, clasificación que se debe a la investigación del ponente (los m. escolares cuyo origen está en la escuela rabínica, los m. sinagogales cuyo origen es la sinagoga, los narrativos cuya intención no es propiamente la exégesis bíblica, pero la hacen, aunque es de forma tangencial, al hilo de biografías y otros relatos, y los targúmicos, que están escritos en arameo, pero con la pretensión de ser una traducción del texto bíblico en hebreo con muchas interpolaciones y paráfrasis.
El ponente se dedicó a narrar y explicar los dos midrás por excelencia: los de El cantar de los cantares, llamados el grande y el pequeño. Respecto a su autoría, la tradición judía es unánime en su atribución a Salomón. A este propósito se cita al Rabbí Aquiba, uno de los más importantes aportando su razonamiento: “todos los libros sagrados impurifican las manos” y sentencia: “pues si los demás Escritos son santos, Cantar de los cantares es santísimo”. ¿Por qué? porque la cercanía de lo divino hace aflorar la imperfección de lo humano... El Rabbí explica el Cantar como narración-celebración de los amores de Adonai con su pueblo.
La alegoría de los amores de ADONAI por Israel -y generalmente la falta de correspondencia del pueblo- está abundantemente explotada en los libros proféticos. Hay pasajes grandiosos, de elevada poesía, en Ezequiel o en Oseas. La idea, por lo tanto, no es nueva ni originaria del Judaísmo rabínico, pero fijémonos y constatemos qué distinta la presentación y la valoración que se hace en este texto: la belleza de esta amada para su amante, Dios, radica en el cumplimiento de los preceptos y las normas; toda una relación de mandatos, normas y pequeños detalles de costumbre son los que hacen al pueblo 'bello' a los ojos de Dios.
Aparentemente ¡qué lejos se está en esta interpretación de la poética de los libros proféticos y del propio texto del Cantar! Aparentemente ¡qué lejos de aquel “prefiero el amor a los sacrificios”! de Oseas 6,6. Pero sólo ‘aparentemente’ pues no debemos olvidar que ‘obras son amores…’.
Entró así en el terreno alegórico, en el que aparecen reflejados los principales hitos 'amorosos' de la relación de ADONAI con el pueblo, que en este comentario rabínico al Cantar se resumirán en cuatro: elección, liberación, conducción o acompañamiento y vida en común o compartida, que el autor describió de manera detallada.
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