Los Dominicos de Villava cumplen 100 años de Fundación (1915-2015)
1 de enero de 2016La celebración comenzó a la 12 con la presentación del libro “Dominicos en Villava 100 años de historia (1915-2015), escrito por fr. Monseñor Juan José Larrañeta y publicado en la “Editorial San Esteban”.
A continuación tuvo lugar la celebración de una Eucaristía de acción de gracias, presidida igualmente por Monseñor Larrañeta, acompañada por la coral
“San Andrés de Villava”, quien ofreció a continuación un breve concierto.
La celebración terminó con un aperitivo para todos los asistentes en el claustro del convento, donde se había instalado una exposición fotográfica con 240 fotos de la historia de este primer centenario.
Breve historia del Convento de Villava
Fr. Juan José Larrañeta resume de esta manera la historia de estos 100 años del Convento de Villava:
Al recordar estos 100 años de historia del convento, llama la atención el carácter misionero que siempre le ha acompañado. No en vano, los misioneros que llegaban de nuestra misiones en la selva amazónica (en visita a sus familiares) tenían cita obligada con el Convento Berrio Ochoa. Además, venerables misioneros ya ancianos, eran asignados a la Comunidad de Frailes de Villava. De esa forma, los niños, los jóvenes, los postulantes para Hermanos Cooperadores iban empapándose de ese espíritu misionero tan admirable.
Al concluir estos primeros 100 años del Convento Berrio Ochoa (actualmente, San Valentín de Berrio Ochoa), sentimientos encontrados acuden al interior de nuestros corazones, es decir, de tantas personas que pasamos por esta casa. El mayor sentimiento es el de Admiración. Nunca un pueblo tan pequeño, como Villava, tuvo una Misión tan grande. De sus claustros abiertos al tiempo y al espíritu salieron misioneros intrépidos, Obispos audaces, Frailes Cooperadores, que hicieron las delicias en el terreno misionero y en la multitud de tantos conventos de nuestra Provincia Dominica de España.
El Seminario. ¡Ha sido una obra increíble! El “Colegio Apostólico de Villava” (1924-1939) se convirtió en “Colegio Seminario de Misiones” (1928-1937) que desembocó en el “Seminario Hispanoamericano de Misioneros Dominicos” (1938-1973). Desde el año 1924 hasta el año 1973 han pasado 49 Promociones de seminaristas o apostólicos. Fuimos muy felices. Yo recuerdo que el año 1952, año de mi ingreso en el Seminario, éramos 87 niños de promoción. Vivimos la emoción de ingresar en una casa, en un convento, en un seminario, en una familia que nos hacía vivir la ilusión de niños que soñábamos con aquellas misiones lejanas de la selva porque escuchábamos, atónitos, los relatos increíbles de veteranos misioneros.
Honor y gloria para nuestros Directores, Profesores, Formadores y Superiores que, a lo largo de tantos años, supieron inculcarnos valores espirituales, dominicanos, misioneros, intelectuales y humanos. Nuestro agradecimiento será eternamente recordado. Como la madre educa sencillamente a sus hijos, aquellos hombres fueron dirigiéndonos suavemente, con cariño y dedicación hacia unos ideales que, tal vez, desconocíamos. Ésta es la grandeza de la vocación, de la llamada sutil y suave que el Señor nos hizo, al igual que al pequeño Samuel.
Poco a poco nos hicimos adultos y hoy seguimos esparciendo por nuestro mundo la semilla del Reino que Domingo de Guzmán nos inculcó a favor de los pobres y sencillos de la tierra. El Seminario Hispanoamericano de Misioneros Dominicos de Villava había logrado su objetivo, tantas veces soñado. Monseñor Sabas Sarasola, desde el cielo, estará contemplando con gozo la gran obra que guardaba en su corazón y que tuvo un final feliz.
Villava ha sido un semillero de Hermanos Cooperadores. Siempre nos llamó la atención aquellos jóvenes y adultos que llamaban a las puertas del Convento. No eran profesionales; quizás no tuvieran mayores estudios. Pero poseían un gran anhelo: pertenecer a la familia dominica que ofrecía el convento. Los pasos fueron dándose despacio, sin pausa. La Comunidad de Hermanos Cooperadores fue incrementándose de una forma imparable. Villava llegó a ser, en estos años, la mayor casa de formación para gente que deseaban dedicar su vida, su vocación y su destino en una empresa inigualable. Ha sido la mayor obra en la historia de la Orden Dominicana en la formación de Hermanos Cooperadores. En el Convento aprendieron oficios, profesiones de calidad. Redoblaron esfuerzos, fueron coherentes, dominicos, rezadores, servidores, predicando con las herramientas que Dios, a través de Santo Domingo, les había entregado. Esas herramientas se llamaban: trabajo manual, atención delicada, capacidad de acogida y servicio a nuestros hermanos.
La lista que aparece en nuestra pequeña historia es interminable. Comenzaron el año 1947. Los nombres de los primeros Hermanos Cooperadores están reflejados: Fr. Cándido González, Fr. Mariano García del Barrio, Fr. Jesús de la Maza, Fr. José María Ruiz de Azúa, Fr. Bernardo Castillo, Fr. Francisco Valcárcel, Fr. José Vicente Martínez, Fr. Amado Magdalena Martínez, Fr. Tomás Díez Tascón, Fr. Gerardo Bolaños... Detrás de cada uno, toda una vida, toda una historia, toda una vocación de entrega sencilla. Debemos reconocer el gran esfuerzo que hicieron sus Maestros, sus Profesores, sus Directores. Realmente impresiona la dedicación y esfuerzo que pusieron en estos jóvenes adultos. Era la admiración de todos cuantos visitaban el Convento.
La Enfermería de Villava lleva el nombre de “Betania” y acoge a los frailes enfermos “asistidos” de nuestra Provincia dominicana de España. Es el último encargo que hemos recibido en estos cien años de existencia del Convento de San Valentín de Berrio Ochoa. Nace en 1996 gracias a la inquietud y generosidad del P. Provincial y su Consejo.
Hablar de la Enfermería de Villava, en sus 19 años de existencia, es hablar de la caridad en supremo grado. Acoger a nuestros frailes en la, tal vez, última etapa de sus vidas es un servicio de gran trascendencia. La Enfermería alivia el trabajo de los conventos que no pueden atender a los frailes delicados; acoge a estos hermanos nuestros tan necesitados; cuida con delicadeza y esmero a nuestros pacientes, de día y de noche; da el último adiós en ese misterioso encuentro con la muerte. En definitiva, la Enfermería nos hermana con el dolor, con la enfermedad, con la cercanía de personas que lo dieron todo en el servicio a los demás.
Nuestros enfermos dan un testimonio de vida formidable. Muchos de ellos, postrados sin esperanza de recuperación, viven serenamente, quizás con una alegría interna que es difícil expresar. En ese sentido, la predicación que ellos nos ofrecen, desde su debilidad, es un don, una gracia que no podemos desperdiciar.