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Luchar contra la pobreza desde “la pobreza de espíritu”

3 de junio de 2013
Luchar contra la pobreza desde “la pobreza de espí

La Cátedra Santo Tomás nació con la idea de abordar temas de actualidad, pero no con la ligereza de una tertulia de café, sino convocando el saber que viene de Atenas y de Jerusalén, es decir, sometiendo el tema a un análisis sociológico que nos haga tomar medida del alcance del problema, seguido de una reflexión filosófica que ponga la razón en marcha, y terminando con un estudio del asunto desde la perspectiva que da la tradición teológica.


Este año el tema ha sido la pobreza. Nadie puede dudar de su lacerante actualidad. Según un Informe de Caritas, el número de españoles en el umbral de la pobreza supera los once millones. Más de un millón de familias españoles llevan más de tres años sin la ayuda del paro. Esos datos reflejan una situación angustiosa para el 22% de las familias. Lo vivimos como un escándalo porque el problema no es la falta de riqueza, sino su mala distribución. La crisis se está cebando en los más débiles y no parece que el panorama se despeje a corto plazo.


La Cátedra Santo Tomás en Ávila también se ha sentido interpelada y ha querido aportar su punto de vista. Parte de un supuesto que puede resultar provocador: la tradición bíblica convoca a todo ser humano a la lucha contra la pobreza en nombre de su ideal de justicia. La pobreza, decía el gran filósofo judío Hermann Cohen, es el auténtico pecado original de la humanidad, porque el mundo es dado a todos los seres humanos por igual. El hambre o la miseria no es un problema de recursos sino de reparto. Pues bien, junto a esta vocación de justicia, los evangelios ensalzan “la pobreza en espíritu” o el espíritu de pobreza. ¿En qué quedamos? ¿La pobreza es una lacra o un valor? ¿Es compatible la lucha contra la pobreza y la declaración de las Bienaventuranzas evangélicas? No es una contradicción, sino una original complementación: para luchar contra la pobreza el objetivo no es hacerse rico, sino acabar con la pobreza, y esto sólo es posible hacerlo eficazmente si interiorizamos que el ideal humano es satisfacer sus necesidades y no ahogarse en el consumismo. Lo que hemos hecho hasta ahora es luchar contra la pobreza desde “el espíritu de riqueza”. Y eso produce grandes ricos y, también, muchos pobres. Eso de que creando riqueza, hay para todos, está resultando más que problemático.


La semana comenzó con la representación de Natán el sabio, de Lessing, en la versión de Juan Mayorga, y dirigida por Juan José Severo y con un reparto sobresaliente. Ahí se habla de la igualdad radical de todo ser humano. Esa igualdad es compatible con toda suerte de diferencia relativa al color o la creencia, pero no con las desigualdades sociales. La obra, muy bien representada por los actores de la compañía abulense Nueva Escena, llegó al público. Más de uno apenas si pudo disimular sus lágrimas al final de la representación.


Los encargados de explorar todas las dimensiones de este grave asunto fueron tres. En primer lugar, Fernando Vidal, sociólogo, profesor de la Universidad de Comillas, autor de muchos libros sobre la pobreza, y también implicado en la lucha diaria contra múltiples lacras sociales. Habló de la gravedad de la crisis y de que dejará huella, de suerte que nada será ya igual, ni volverán los viejos buenos tiempos. Armado de datos indiscutibles, criticó severamente un tipo de sociedad demasiado acostumbrada a que el Estado le de todo hecho, falta de iniciativa y, contra lo que nosotros mismos pensamos, muy poco solidaria. Podemos reaccionar ante un hecho puntual que nos conmueva, pero no forma parte de nuestros hábitos implicarnos en programas de ayuda o en ayudar regularmente a ONG. Si en los EEUU hay un 65 % de gente que se compromete regularmente a dar algo, en España apenas si llegamos a un 2%. Sin embargo, esa indiferencia hacia el exterior contrasta con la generosidad de las familias hacia sus miembros. Gracias a ellas, la crisis económica no ha producido una estampida social. Ese es el gran capital de la sociedad española, la familia, que permite esperar un salto cualitativo en la solidaridad con los más necesitados, aunque no sean los más cercanos.


El segundo día estuvo a cargo de Jesús García Recio, Director del Instituto Bíblico Oriental de León. Disertó sobre "Los pobres de Yahvé y la mirada bíblica del pobre". Basándose en los textos originales y citando muchos de ellos, sobre todo de los Salmos, fue hablando de la mirada de Dios que abarca toda la creación y se fija sobre todo en el hombre. Una mirada creadora y enjuiciadora, que a veces se oculta. Son los pobres los que más acusan la ausencia de Dios y reclaman una y otra vez su mirada. Pero este Dios que se oculta ha puesto su rostro en el corazón de todo hombre, y los pobres son los que, faltos de otros apoyos, le buscan y descubren los primeros que Dios quiere devolverles su dignidad. La figura de Agar, en el Antiguo Testamento, le sirvió al ponente para concretar sus afirmaciones. Cuando abordó el Nuevo Testamento, fue mostrando cómo Jesús, no solamente miró y se acercó preferentemente a los pobres, sino que él mismo, siendo Hijo de Dios, se hizo hijo de hombre, siervo y pobre entre los pobres. La mujer hemorroisa y tantos pobres sintieron su mirada cercana, su misericordia y sanación. Hoy Dios, que es siempre el mismo, mira y siente de la misma manera.


Terminó estas reflexiones el tercer día Juan José Sánchez, profesor de la UNED, con una conferencia de largo título: “La pobreza como un nuevo estilo de vida marcado por la conciencia de que los recursos son escasos y que hay que repartir”. Partió de una afirmación tajante: “La desoladora crisis que sufrimos es el resultado de una diabólica idolatrización de la riqueza, de la ambición y de la codicia de los más poderosos, que ha arrastrado a muchos, y que ha creado tantos pobres, marginados y excluidos”. En este sentido, dijo, es también una crisis teológica, crisis del verdadero Dios, sustituido por el falso dios de la riqueza, por el becerro de oro. Para apoyar su tesis citó a pensadores bien conocidos por él, como los judíos alemanes Horkheimer, Adorno y Walter Benjamin que, ya en los años cuarenta del siglo pasado, alertaron a Occidente ante los peligros de la de la riqueza que se avecinaban. Hizo alusión repetidamente al pensador y mártir español Ignacio Ellacuría, que en los años anteriores a su muerte violenta a manos de los especuladores del ídolo capital y poder estuvo hondamente preocupado por el rumbo que estaba tomando el mundo y lanzó con voz profética la propuesta de una alianza por una civilización de la pobreza frente a la imperante civilización de la riqueza”.


Ni Ellacuría ni el conferenciante niegan “los valores de la civilización que nació con la primera revolución capitalista”, en cuanto al desarrollo de la ciencia y la técnica, el valor del individuo, la razón ilustrada, la aparición de las democracias, la conciencia de la solidaridad, la lucha contra la pobreza y la liberación de los pueblos”. Pero el “falso absoluto”, como lo llama el sociólogo J. García Roca, anida en el corazón de la civilización de la riqueza y ha creado la crisis que hoy vivimos. Y, al trazar unas líneas para la civilización de la pobreza, Juan José Sánchez afirmó que otra lógica, otro mundo es posible, en el que se viva en pobreza, sobriedad voluntaria y solidaria con los pobres, lo cual es un imperativo de la justicia. Vivir en autolimitación, vivir bien con menos. Privilegiar el ser al tener, porque la vida buena es más cuestión de humanidad y dignidad que de abundancia. Esta civilización de la pobreza supone una opción, no solamente política, sino también mística. Y conecta, de forma natural, con la bienaventuranza evangélica de los pobres y el seguimiento de Jesús. Los pobres de espíritu son bienaventurados porque no viven en el “falso absoluto” de la riqueza, al mismo tiempo que tienen derecho y piden el justo reparto de la riqueza. Por eso mismo son voz profética para todos. Y desde esa pobreza hay que buscar la justa riqueza y luchar contra la cultura de la riqueza, en cuanto esclaviza y crea pobreza.


Marcos Ruiz O.P.
Director de la Cátedra Santo Tomás
 

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