Ordenación de diáconos en el Convento de Santo Domingo de Torrent.
25 de junio de 2010El sábado, 12 de junio, recibieron el Sagrado Orden del diaconado los estudiantes dominicos, actualmente asignados a la casa de formación de San Alberto Magno de Valencia, fray Manuel Díaz Díaz, religioso del Vicariato de San Lorenzo de Chile, y fray José Rafael Reyes González, fraile de la Provincia de Andalucía. La ordenación tuvo lugar en la Iglesia del Convento de Santo Domingo de Torrent. El Obispo que impartió el Sacramento fue fray Juan José Larrañeta, Obispo dominico, que durante muchos años ejerció su ministerio en la diócesis de Puerto Maldonado, en Perú. Concelebraron con el Sr. Obispo numerosos frailes de nuestros conventos de Valencia y Torrent.
Al lado del obispo estaban el Prior Provincial de Andalucía, fray Miguel de Burgos, y el Maestro de Estudiantes del Vicariato General de Chile fray José Luís Santerbás. Entre los concelebrantes también estuvo presente Fray Esteban Pérez, Prior Provincial de la Provincia de Aragón. El MJD se ocupó de los cantos, con la asistencia del P. Vicente Botella. También colaboró activamente en la preparación del evento la Fraternidad Dominicana de Torrent. El P. Maestro, fray Alfonso Esponera, fue quien dio fe ante el Obispo de la idoneidad de los dos candidatos. Los primeros bancos de la Iglesia estaban ocupados por la familia de fray José Rafael. Numerosos amigos de los dos nuevos diáconos, compañeros de la Facultad de Teología, así como miembros de la Familia Dominicana y simpatizantes de la Orden, llenaban la Iglesia.
La ceremonia, muy solemne, de dos horas de duración, se desarrolló dentro de un clima muy familiar y dominicano. El Obispo hizo notar que era la primera vez que estaba en Valencia. Manifestó su alegría por poder ordenar a dos diáconos dominicos, explicó con elocuencia el papel del diaconado en la Iglesia, distinguiendo el diaconado permanente del diaconado como paso para el sacerdocio. Animó a los dos diáconos a cumplir con su ministerio propio, a saber, impartir los sacramentos del bautismo y del matrimonio, asistir al altar de la Eucaristía, confortar a los enfermos y, sobre todo, la predicación de la Palabra, tan propia del carisma de la Orden.
Al acabar la ceremonia pasamos a uno de los amplios pasillos del Convento, el conocido familiarmente como “Gran Vía”, en el que pudimos departir fraterna y familiarmente, tomando unos canapés y unos refrescos. Se notaba por todas partes la alegría del momento, la fraternidad dominicana, y la cercanía de todos los asistentes.