Icíar Muguerza López gana el III Premio Pulchrum
9 de noviembre de 2023Apunte biográfico
Les confieso que es la primera vez que me muestro fuera del círculo más íntimo de lectores. Este atrevimiento nace de la esperanza de poder ser comprendida sometime, somewhere, por un lector ideal, en cuya alma resuenen las ideas y metáforas propuestas como nacidas de la suya propia.
Llevo leyendo desde antes de los tres años. Era cuestión de supervivencia en una casa cuyas paredes estaban revestidas de libros, y de libros únicamente. Yo quería comunicarme con esos seres atrapados entre las tapas, sabía que me brindarían su amistad.
He leído de todo desde que era una niña: lo infantil, lo juvenil y lo adulto. Cioran mezclado con Tintín, Gianni Rodari y Lucky Luke con Marco Aurelio y Hölderlin, miles de clásicos transformados en cómic en las estupendas Joyas literarias de Bruguera; Roald Dahl y Tólstoi para niños -algunos cuentos terribles que incluían decapitaciones con hacha en los bosques oscuros de la Rusia invernal-.
Tuve la suerte de acceder al idioma inglés desde muy pequeña y de poder realizar el parvulario en Carolina del Norte. Esto me abrió a otros cuentos, otras impresiones culturales, y me permitió crecer con dos patrias lectoras, la española y la anglosajona.
Tener dos padres filósofos ha sido, posiblemente, el mayor condicionante de mi vida intelectual. Los vínculos de mi padre con Latinoamérica me descubrían leyendas aztecas y libros de poesía, canciones como pedazos de jade, referencias a Quetzalcóatl.
Mi madre, siempre amante de lo ruso, me introdujo primero a los cuentos, luego al teatro de Chéjov. Y me enseñó que es sano llorar leyendo a Saint-Exupéry y a Louise May Alcott. Nunca podré agradecérselo a ambos lo bastante.
En la universidad, tras una breve y desencantada incursión en Periodismo (yo quería escribir), me refugié de nuevo en mi hogar cultural, mi amada Filología Inglesa (con subespecialización en Francesa -entonces aún no se podía estudiar en Madrid Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, que era lo que yo hubiera querido cursar-). También tenía una vocación mística surgida probablemente del contacto con la naturaleza, de la contemplación de los árboles del Pinar cercano a nuestra casa por el que paseábamos con los perros.
Fueron años de T.S.Eliot, Wordsworth y Céline, de Dylan Thomas y Wilde, de Lais de María de Francia y monólogos de Shakespeare subida a un escenario.
Las letras eran siempre promesa, reactivación, continuidad con el hilo mágico que nos une a los que nos precedieron y nos permite tender nuestra mano a lo porvenir.
Pero la vida enseñaba también sus fauces, el dolor existencial afloraba, Siddhartha había abandonado el dorado palacio para siempre y había descubierto la crueldad del mundo. Elie Wiesel, Primo Levi, Víctor Frankl y otros me ayudaron a encontrar un sentido más allá de la crueldad. También Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Edith Stein o Maximiliano Kolbe, aunque no fuera fácil encontrar un encaje en un mundo difícil y competitivo ni entregar tu vida heroicamente.
Tras muchos tumbos laborales, acompañada por Dostoïevski y por el absurdo Ionesco, y haber pasado un periodo en Irlanda conociendo a los salvajes cisnes de Coole, me saqué la oposición a Facultativo de Bibliotecas del Estado. He estado trabajando desde 2007 en diversos destinos y ahora formo parte del equipo de la Subdirección General de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas. Invitar a otros a leer y hacer de la lectura una vocación compartida encaja bien con esa apuesta infantil por el milagro de las palabras.
A veces me falta una palmada de Dios, "adelante, hija, lo estás haciendo bien", que me reconforte y me quite los temores, pero siempre clamo a Él para que me enseñe cosas ocultas y me revele Su ternura.
Mi vida ha tenido dolor -nadie sale intacto de nuestro paso por este destierro- y mucho amor; soledad, incomprensión y esperanza. Esto me ha permitido disfrutar de Stefan Zweig y Pearl S. Buck y leer a Rilke con hambre, encontrar en Kipling una brújula moral y reírme con Amélie Nothomb.
Omnívora, pero con digestiones pesadas si lo que leo no me eleva hacia lo bello, lo bueno y lo verdadero, quiero dar gracias a este Jurado que ha creído en la sinceridad de mis preguntas disfrazadas de versos y me ha dado la oportunidad de compartirlas con ustedes.
Un abrazo fraterno y cómplice.
Icíar Muguerza López
POEMA GANADOR DONNE
DONNE
Batter my heart,
You three-personed God,
dame donde más duele:
en la muerte de mi madre,
en las ruinas de mi cuerpo
cuando cae el sol naranja.
Dame en la enfermedad,
en las persianas bajadas,
en las sábanas que arrugan
todas las pesadillas.
Dame, Dios mío, dame,
en la estrechez de la celda,
en la grisura mortal
del hijo que no me olvida,
en el cuerpo de alabastro
del padre que amortajé,
en los insultos cerrados
a la aurora y al abrazo.
Dame, Dios mío, dame.
Ni tus golpes desaniman
al corazón que te ama.
Mundo
La ambigüedad de aquel ángel
crepuscular. De hierro
sus maldiciones, resbalan
por su túnica celeste.
Tú lo creaste, Tú.
Y sabías de la música
de sangre y colmillo y cieno
y de los gritos del agua
y de los ojos cansados.
¿Cómo no perdonarte
El terror de su belleza?
Sidereus nuncius
Tengo ocho años. Veo
pasar al cometa Halley.
Ahora tengo once años.
Veo morir a mi abuela.
Luego tengo dieciséis
y el hombre de negro me enseña
el corazón de la orquídea.
Sigo naciendo inocente.
Tú que conoces mi alma,
¿Ya lo sabías todo?
El cielo blanco de estrellas,
la respiración de ozono,
el grito del paritorio,
la piedad enrevesada.
Es por amor, me dices.
Tu mensajero se ha vuelto
y no puedo ver su rostro.
Un largo pasillo oscuro
recitando el De profundis
y en una manuca tierna
una azucena blanca.
Yo también me hago pequeña,
yo también me crucifico
con ramas de sauce y hiedra
para volver a escucharte.
Me remeces, y ya sabes
que mía es también la caída.