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"Sed misericordiosos, sed misericordiosos"

15 de marzo de 2013 "Sed misericordiosos, sed misericordiosos"

Al día siguiente de la elección, el papa Francisco se dirigió a una de las Basílicas Mayores de Roma, la de Sta. Mª la Mayor. Estuvo unos minutos orando ante la imagen de Nuestra Señora “Salus Populi Romani”, Protectora del Pueblo Romano. Inmediatamente después pasó a la Capilla Sixtina de la Basílica de Sta. Mª la Mayor donde se encuentra enterrado el papa dominico San Pío V, ante quien también se detuvo para orar.

Durante la visita saludó a los religiosos y religiosas, así como los laicos que desempeñan distintas tareas en la Basílica. Entre ellos estaban los dominicos que se encargan de la confesión de los peregrinos que se acercan al templo. El prior de esa comunidad internacional es un dominico español, fr. Pedro Fernández, que ha sido profesor de la Facultad de San Esteban de Salamanca y de San Dámaso de Madrid. Le hemos pedido que nos cuente cómo fue ese encuentro con el papa y cuáles son las palabras que le dirigió. Así nos lo cuenta:

«Me has pedido mis impresiones sobre el nuevo papa. Gracias por darme la ocasión de manifestar mi confianza en el papa Francisco, jesuita argentino, que ha querido llamarse así para abrir la Iglesia al nuevo aire, que representa San Francisco de Asís, el cual con Santo Domingo de Guzmán, fue llamado por Jesucristo a reconstruir la Iglesia, en la pobreza y sencillez y con el poder de la palabra de Dios y la celebración viva de los sacramentos. Efectivamente, pude saludar al papa Francisco en la Capilla de la Virgen Salus Populi Romani, de la Basílica Papal Santa María la Mayor, a donde llegó a poner bajo el amparo de la Virgen María su Pontificado. Al presentarme al papa el Cardenal Arcipreste de la Basílica, Santos Abril, como el Prior de los Penitenciarios de la Basílica, me repitió el papa: "Sed misericordiosos, sed misericordiosos". Gracias, Santidad, se lo comunicaré también a la Comunidad, le dije. Dios bendiga a nuestro Santo Padre y la Virgen lo proteja siempre».

«Sed misericordiosos, sed misericordiosos», con esa petición que hacía a los penitenciarios estaba, de alguna manera, declarando cual va a ser el espíritu desde el cual va a vivir su Pontificado: la misericordia, la que nunca faltó a San Francisco de Asís. El lema de su Episcopado: "Miserando atque eligendo" ("lo miró con misericordia y lo eligió"), tomado del Evangelio de San Mateo del pasaje que describe la postura de Jesús hacia el publicano, confirma este mismo espíritu misericordioso.

Penitenciarios de Sta. Mª la Mayor

Fue el papa dominico San Pío V quien, en 1568, encomendó a los dominicos la tarea de impartir el sacramento de la reconciliación en la Basílica de Santa María la Mayor, y desde entonces han venido desempeñando esa labor. La comunidad de dominicos de Sta. Mª la Mayor está compuesta por 12 frailes de distintas partes del mundo, que viven en el convento situado frente a la Basílica. Todos ellos hablan varias lenguas para poder confesar a las miles de personas de todo el orbe católico que pasan cada año por esa iglesia.

El padre Pedro Fernández, fraile dominico de la Provincia de España, fue elegido prior de la comunidad hace ya más de tres años. En una entrevista a Zenit en 2009, describía así la misión de los “penitenciarios”: «esta labor significa ejercitar el sacerdocio que la Iglesia me ha confiado en nombre de Cristo. Me permite estar en contacto directo con las personas y las almas».

Señalaba el dominico como su labor va más allá de la absolución: «Veo mucha soledad. Hay penitentes que vienen deseando desahogarse, ser escuchados. El confesor debe aprovechar esta ocasión para ayudarlos, en primer lugar a darse cuenta de los pecados para poder arrepentirse, porque nadie se arrepiente de lo que no conoce».

Fr. Pedro entiende la confesión como un momento para evangelizar: «se experimenta bastante ignorancia religiosa. Conviene que el confesor haga en ese momento una catequesis adecuada». Ya en esa entrevista el dominico enfatizaba la importancia de que los fieles viesen el sacramento como un regalo y no como un castigo: «Tenemos que acercarnos a la confesión para acoger este perdón. Ahí está la belleza de la confesión. Es el sacramento de la paz con uno mismo».

 

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