Sexta sesión de las Conversaciones de San Esteban
2 de febrero de 2011Sor Mª Azucena y Sor Mª Dolores, de la Comunidad de Monjas Dominicas Contemplativas del Monasterio Sancti Spiritus de Toro (Zamora), nos regalaron a todos los presentes un bello testimonio de su convivencia humana, transida de auténtico sentido religioso. El mero hecho de salir de su monasterio para hablarnos de su experiencia religiosa ya fue un gesto elocuente en sí mismo, gratamente reconocido por todos los presentes.
¿Qué sentido tiene una vida entre los cuatro muros de un monasterio? No pretendían dar una conferencia. Sí testimoniar de forma sencilla y cercana cómo conciben y viven en su comunidad el carisma dominicano de la contemplación. Un testimonio, por cierto, reflexionado y madurado previamente en diferentes sesiones comunitarias, si bien presentado luego de forma muy personal y espontánea por cada una de las dos religiosas, y acompañado de imágenes entrañables sobre la propia comunidad.
¿A qué motivaciones profundas responde su presencia en el monasterio? ¿No sería más provechosa –como les dicen con frecuencia- su ayuda en un hospital, en una escuela, en misiones…? ¿Qué valor y sentido le dan a la contemplación dentro de sus vidas? ¿Qué ecos despierta este estilo de vida en la sociedad actual? La contemplación, don y exigencia para todo cristiano en la sociedad actual, tiene su perfil concreto en la vida consagrada de las religiosas de clausura. Y no es otro que un estilo de vida caracterizado por “el vivir en el gozo y en la acción de gracias”. ¿Cómo? Desde una actitud humilde y descentralizada que cultiva el vacío interior, donde Dios mora y se revela. Vacío que busca paradójicamente ser colmado en plenitud desde la escucha atenta del prójimo, cercano o lejano, a través del silencio fecundo de la oración y del servicio comunitario.
¿Cómo debería ser, en definitiva, un monasterio dominicano del siglo XXI? Ante todo, un semillero de humanidad, custodio fiel y celoso del vacío donde Dios habita, intercesor entre el mundo y Dios, lugar de acogida y sanación. Son otros tantos rasgos que apuntan hacia esa presencia inaccesible a la vez que cercana de Dios en nuestro mundo.