Tercera sesión de las Conversaciones de San Esteban
25 de noviembre de 2010Reflexión que se centró en esta pregunta: ¿qué aporta la modernidad de la ciencia y filosofía actuales a la fe cristiana?
El teólogo ha de dialogar con sus contemporáneos, porque Dios se revela a través de los otros. Más allá de una crítica fácil de la modernidad, debiera adoptar una actitud positiva de diálogo con el nuevo paradigma de la ciencia experimental que le despierta a un mundo evolutivo y abierto, con su lógica interna, capaz de autoorganizarse. Una actitud atenta a las funciones y procesos de la naturaleza, a la dinámica de sus estructuras o redes de relaciones con sus renovadas capacidades y potencialidades; crítica pero también benévola con la falibilidad humana.
La novedad permanente de la naturaleza brinda al teólogo una magnífica plataforma para acercarse al misterio de la creación y de la humanidad. El carácter dinámico y abierto del universo no se compagina ya con el modelo clásico de un universo estático, creado conforme a un diseño previo de un Dios todopoderoso. Dios crea un mundo que evoluciona mediante ensayos de diseño y de error. No es el Dios arquitecto omnipotente, sino el que se preocupa de la creación como proceso abierto. La relación divina con el universo se corresponde más bien con la que el educador o los padres mantienen con un niño pequeño. No altera por la fuerza la historia. Acompaña en una relación libre e interpersonal el desarrollo doloroso pero transido de esperanza de cada una de sus criaturas. Es el Dios trinitario de la relación, comunicación y comunión.
Es posible por tanto un diálogo permeable entre la teología y la ciencia, entendida ésta no tanto como técnica o razón instrumental sino como apertura al misterio (experiencia fundamental de los científicos).