Todos llevamos un pequeño misionero dentro
20 de octubre de 2015Misionero dominico y Obispo. Vitoriano, joven, cercano, y con las ideas claras y firmes. David Martínez de Aguirre sabía desde niño que quería seguir a Jesús, quería dedicar su vida a los pobres, a los más desfavorecidos, pero no tenía claro que quería ser misionero. Quería jugar en el equipo de los que se quedaban fuera, y ese equipo estaba en las Misiones. Así me lo contaba este verano en Puerto Maldonado, en Perú, Monseñor David. Tuve la oportunidad, y la suerte, de ser voluntaria en la Misión de San Jacinto, de los Dominicos, durante mi mes de vacaciones (ya es el quinto). Esto engancha. Mi cometido estaba en Radio Madre de Dios. Y allí, en Puerto Maldonado, en el Departamento de Madre de Dios, está la sede del Vicariato Apostólico, encomendado a los Frailes Dominicos. En el sureste del país, en plena Amazonía, cerca de la frontera de Brasil y Bolivia.
David Martínez de Aguirre Guinea (le encantan sus dos apellidos) lleva en la selva de Perú desde 2001. Siempre cerca de los indígenas, en especial de los machiguengas. El misionero necesita un impacto, dice, y él lo tuvo al llegar a la misión de Koribeni. Pero donde más tiempo ha estado es en la Misión de Kirigueti, en el Bajo Urubamba. Hasta el pasado mes de junio, cuando el Papa Francisco le nombró Obispo. “Es un mundo genuino, con unos valores que tenemos que aprovechar. Pueden aportar mucho a una reconstrucción de un mundo nuevo”, dice Monseñor David. Los indígenas le han hecho mirarse en ellos y descubrirse en ellos. Le han hecho ver el mundo desde otro lado. Ha puesto cara, rostro, a lo que quería vivir.
Le gusta ser misionero de a pie, estar en primera línea. Pero su buen hacer, su misión, le ha llevado a ser Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado. Y de él depende casi todo el territorio de la selva amazónica peruana. “Ser obispo es ser pastor, es seguir siendo misionero, pero desde otro lado”, explica. “Es una oportunidad que tengo para seguir entregándome a esta realidad”. Hay mucha confianza en él.
Ahora le toca preparar el terreno para que otros misioneros puedan hacer el trabajo. Le toca animar y escuchar para que otros puedan estar en esa primera línea en la que ha estado tanto tiempo y que tanto le gusta. Tiene que preocuparse por todo y por todos. Y a veces, se ríe, aparecen los “fantasmas” de ser obispo. Y con esos fantasmas se refiere al conocimiento, control, dominio de la situación, autoridad, perfección… responsabilidad. Y eso asusta, pero cuando puede ser él está más tranquilo. Hay gente que se lo hace fácil, dice.
Obispo o misionero, allá donde va, la gente se acerca a él. Y él se interesa por todos. Muchas veces nos preguntamos que ve la gente en un misionero. Monseñor David cree que en el misionero se ve esperanza, confianza y bondad en la humanidad, se ve entrega. “Estos padres nos hacen creer en el ser humano”, le dijo un hombre del mundo andino. Necesitamos un poso profundo, necesitamos creer en la bondad, en el amor, en la belleza, manifiesta este Obispo español en la selva de Perú.
“El misionero hace despertar el pequeño misionero que todos llevamos dentro”. En Puerto Maldonado dicen que David Martínez de Aguirre es algo nuevo y diferente. Y también dicen que parece que toda la vida ha estado allí.
Para escuchar la entrevista completa: http://www.cope.es/detalle/Todos-llevamos-un-pequeno-misionero-dentro.html