Jeromo Aguado, como presidente de la Plataforma Rural española, está dentro del proyecto internacional Vía Campesina, un movimiento nacido en 1993 y que comprende a alrededor de 150 organizaciones en 70 países de África, Asia, Europa y América y que representa a unos 200 millones de campesinos y campesinas. Este movimiento defiende la agricultura sostenible a pequeña escala como un modo de promover la justicia social y la dignidad. Se opone firmemente a los agronegocios y a las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la naturaleza.

 

La realidad de Jeromo la vimos el domingo 3 de julio en Amayuelas de Abajo, un pequeño pueblo palentino que ni siquiera tiene alcalde, ya que depende de su vecino San Cebrián de Campos. Nos enseñó casas construidas con tapial y adobe y alimentadas por energías renovables, como la termosolar o la fotovoltaica; un sistema de reciclaje de aguas natural basado en bacterias y elementos vegetales (árboles y plantas); un almacén de semillas… Pero también nos ilustró en una de las aulas de la Universidad Rural Pablo Freire sobre qué hacer para volver al campo o, por lo menos, no renunciar a sus virtudes, algo que parece inevitable en una sociedad urbanita y poco ecológica como la en la que vivimos.

Aguado ya nos había regalado una charla el sábado. Se centró en explicarnos qué es la soberanía alimentaria. Y, como Santo Tomás, lo hizo por la vía negativa. No podemos vivir en una sociedad en la que el 10 % de los hogares consumen el 85% de los recursos. No es lógico que casi el 100% del cereal que se produce en el mundo esté controlado por 4 empresas transnacionales. No es justo que de del billón de euros que recibe España en ayudas agrarias de la Unión Europea, el 80% se destine a cubrir las “necesidades” del 16% de los propietarios (como Ebro Agrícola). No es ético que empresas multinacionales, como Montsanto, inunden el mercado con semillas patentadas o diseñadas genéticamente para que no puedan volver a germinar una vez usadas, como tampoco lo es que estas mismas empresas produzcan a la vez los productos fitosanitarios que envenenan alimentos y acuíferos: muchas de ellas también tienen intereses en las farmacéuticas que luego venden los medicamentos que nos “curan”. No es posible dormir tranquilo sabiendo que más de mil millones de personas en el mundo pasan hambre.

Los que estuvimos tanto en Valladolid el sábado, en la Casa de Oración de las dominicas, sede del VII Encuentro de Formación, como en Amayuelas el domingo entendimos en qué consiste no sólo la soberanía alimentaria, sino el tipo de vida que la rodea.

Antes de la ponencia de Jeromo Aguado, el vocal de la Federación de Asociaciones Acción Verapaz primero, Javier Martínez, y después el presidente de la Federación, Javier González, fueron los responsable de reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de Acción Verapaz, contextualizando su charla en el marco que ofrece la situación actual de las ONG: una realidad dura que pasa por la tendencia inexcusable hacia la profesionalización y, por tanto, hacia la competitividad. Como todos sabemos, la competitividad no es amiga de la solidaridad, rasgo que debería ser norma de las ONG. Si a esto añadimos los recortes presupuestarios a la ayuda al desarrollo derivados de la crisis económica que nos azota, el panorama no es muy alentador. Tanto uno como otro nos dejaron claro que es ahí, precisamente, donde tienen cabida las ONG pequeñas, capaces de ejecutar proyectos con fondos propios, no dependientes de la voraz lucha por las subvenciones: la independencia sí es compatible con la solidaridad.

José Luís Chamorro, responsable de la tienda de comercio justo leonesa Equitanea y agente colaborador del programa “León, ciudad por el Comercio Justo”, fue el encargado de abrir el turno de charlas de la tarde del sábado. Chamorro nos habló de los distribuidores, los grandes beneficiados del comercio mundial; de las multinacionales que acaparan la mayor parte de ese comercio y marcan los precios de los productos (cacao, café, frutas, verduras, etc.), tanto en origen (productores) como en destino (consumidores); o del lavado de cara que supone para esas grandes multinacionales la ínfima partida de sus presupuestos destinada al comercio justo. Y dio los nombres y apellidos de los que intentan hacer sombra a proyectos como el suyo (Nestlé, Starbucks, etc.). Arturo Martínez, miembro de la vallisoletana Comisión de Comunicación de la Sociedad Cooperativa de Consumo Ecológico Ecogermen, presentó la otra cara de la moneda: ¿por qué no se van a poder juntar un grupo de personas que quieran consumir productos ecológicos y éticos para procurarse fácilmente su adquisición? Uno de los principales problemas al que se enfrentan tiendas como la de José Luís Chamorro es la distribución de sus productos: los cortos márgenes económicos de las ventas y la alta competitividad de las multinacionales no permiten una gran infraestructura comercial. Proyectos como el de Martínez mueven al comprador a ponerse en contacto directo con el vendedor a través de una cooperativa creada ex profeso para tal fin.

Judit Carballés, voluntaria y colaboradora de Acción Verapaz, puso la guinda del pastel. Su emotiva ponencia nos trasladó a República Dominicana: varios meses en el país, en contacto con los dominicos Miguel Ángel Gullón (Acción Verapaz República Dominicana) y María Marciano, le permitieron ver la cruda realidad a la que se enfrentan los dominicanos, más allá de las paradisíacas playas con las que soñamos los europeos. Judit nos presentó proyectos, algunos respaldados por Acción Verapaz, orientados al saneamiento de aguas o a la creación de invernaderos capaces de soportar los ciclones. Todos nos quedamos, como ella, con ganas de viajar al país caribeño y colaborar con esos proyectos.

Este ha sido el séptimo Encuentro de Formación de Acción Verapaz. Para el del próximo año, el número ocho, ya hay un tema sobre la mesa: ciudadanía y solidaridad.

Se irán colgando todos los vídeos del Encuentro de Formación en el canal de YouTube de Acción Verapaz.. De momento, ya está disponible la charla de Jeromo Aguado.